Desde la Cocina Hasta el Estrellato
Ernesto Tapia, conocido popularmente como “Mayito” de “Día y Noche”, emergió en la televisión cubana a finales de los 90 hasta inicios de los 2000, convirtiéndose en un rostro imborrable para los espectadores. Pero ¿Cómo llegó este apasionado de la cocina al mundo del arte? El inicio de su carrera artística fue fruto de una coincidencia, como un escape del Servicio Militar. Aunque su amor por la gastronomía le llevó a trabajar como ayudante en un restaurante, la llamada al Servicio Militar lo empujó a realizar las pruebas para el Instituto Superior de Arte, siendo seleccionado.
Del Instituto Superior de Arte al Cine
Otra casualidad lo llevó a la gran pantalla. Cuando se filmaba “Papeles secundarios” bajo la dirección de Orlando Rojas, el protagonista Jorge Luis Álvarez sufrió un accidente, interrumpiendo su participación en la película. Álvarez recomendó a un joven que había conocido en el ISA, Ernesto Tapia. Esta recomendación, como Tapia ha afirmado, transformó su vida por completo, catapultándolo a la fama y premiándolo con el Coral al Mejor Actor Masculino en el XI Festival de Cine de La Habana.
Una Carrera Llena de Éxitos
La destacada actuación de Tapia en “Papeles secundarios” abrió un sinfín de oportunidades en el cine. Su talento brilló en filmes como “Sueño tropical” (1985), de Miguel Torres, “Adorables Mentiras” (1991), de Gerardo Chijona, y “Operación Fangio” (1999), de Alberto Lecchi. Sin embargo, no se limitó al cine; Ernesto tuvo una etapa notable en el teatro cubano, especialmente en el grupo Buendía, dirigido por Flora Lauten.
El Nuevo Camino de Ernesto Tapia
En la década del 2000, Ernesto decidió emprender un nuevo rumbo y salió de Cuba. Primero llegó a Colombia, donde continuó vinculado al mundo del arte. Posteriormente, se trasladó a México y finalmente se estableció en Estados Unidos. Ernesto ha hecho de Estados Unidos su hogar durante más de una década y media, manteniendo viva su pasión por el arte al continuar su trabajo en la televisión y el teatro local. Pese a los obstáculos que supone conseguir roles en la industria a una edad más avanzada, Ernesto no se ha dejado amedrentar. Su tenacidad y capacidad para adaptarse se han evidenciado con fuerza, y en la actualidad, lidera con éxito su propia empresa de limpieza.
En un reciente artículo de Cubanet sobre Ernesto Tapia, la comunidad se volcó para compartir sus experiencias y admiración hacia el actor. Por ejemplo, Yaquelin Perdomo Paret expresó su admiración por su talento, recordando las múltiples veces que Ernesto visitó la tienda donde ella trabajaba, destacando su naturalidad y amabilidad.
Por su parte, Juan Rosrige Corcho alabó la habilidad interpretativa de Tapia, especialmente en su rol como ‘Mayito’. Elogió la calidad de los guiones que Ernesto ha interpretado a lo largo de su carrera, particularmente en el programa “Tras las Huellas”, enviándole bendiciones y buenos deseos.
Lidia Rosa Fernández tiene a Ernesto como su actor preferido, admirándolo no solo por su atractivo físico y entrega artística, sino también por su voz. Además, recalcó la conexión de Ernesto con otra querida actriz cubana, Blanquita Contreras, su madre.
Yanier Matos trajo a colación los recuerdos de su infancia, evocando la serie “La Leyenda del Rayo” en la que Ernesto actuaba. Recordó cómo esa serie inspiraba a los niños a jugar, imaginándose como el héroe de la serie, “El Rayo”.
Finalmente, Beatriz Morales resaltó que además de ser un excelente actor, Ernesto era un vecino respetuoso y amigable, enviándole saludos y bendiciones desde su antiguo vecindario en Vedado, ubicado entre las calles 17 y 19.
En Resumen
Ernesto Tapia, más conocido como “Mayito” de “Día y Noche”, es un ejemplo de cómo el destino y el talento pueden cruzarse para dar lugar a una carrera artística memorable. Desde sus inicios en la cocina, hasta su reconocimiento en la pantalla grande y el teatro cubano, Tapia ha dejado una huella imborrable en el corazón del público. Aunque ya no es un rostro habitual en la escena artística, su legado permanece, y él continúa demostrando que no hay límites para reinventarse.