A pesar de que han transcurrido tres décadas, el récord mundial de salto alto de Javier Sotomayor, el prodigioso atleta cubano, sigue intacto. El 27 de julio de 1993, en Salamanca, España, Sotomayor logró un impresionante salto de 2,45 metros, una marca que aún se mantiene como la más alta en los anales del deporte.
Si bien existen talentosos deportistas en la actualidad, la magnitud del logro de Sotomayor sigue siendo inigualable. Atletas como el qatarí Mutaz Essa Barshim y el ucraniano Bogdan Bondarenko han rozado la cima, pero aún están lejos del récord de Sotomayor. Ellos, junto con otros competidores globales, luchan por superar esta marca, pero no han tenido éxito hasta ahora.
Es relevante recordar que Sotomayor no surgio de la nada. Su viaje al estrellato comenzó a los 14 años cuando saltó por primera vez 2,00 metros. Después, superó el récord juvenil a los 16 años con un salto de 2,33 m, estableciendo el tono para lo que vendría después. Sin duda, el regocijo que siente al mantener el récord mundial durante tanto tiempo es un testimonio de su dedicación, disciplina y talento excepcional.
Hoy, aunque retirado de la competencia activa, Sotomayor sigue siendo una figura prominente en el mundo del atletismo. Trabaja como secretario de la federación de atletismo de Cuba y asesora a su hijo Jaxier, quien recientemente se consagró campeón de España en la categoría sub-16 de salto de altura.
Además, en un movimiento empresarial astuto, Sotomayor ha inmortalizado su récord en una forma inusual. Es dueño de un bar en La Habana, llamado «2.45», un homenaje a su logro insuperable en el salto alto. La altura de su récord ahora es un símbolo de su legado, resonando en la memoria colectiva de los cubanos y del mundo deportivo.